El Templo Azul, un templo budista singular

En este artículo de viajes a Tailandia, os queremos invitar a descubrir un poco más sobre la ciudad de Chiang Rai, concretamente, sobre una de sus más recientes construcciones: El templo “Wat Rong Suea Ten”, conocido como el Templo Azul.
Junto con El Templo Blanco y la Casa Negra o Baan Dam Museum, este templo forma parte de un espectacular “triángulo del color” que ya resulta del todo imprescindible en vuestro viaje a Tailandia, si vais a visitar esta maravillosa y siempre sorprendente ciudad.

El Templo Azul se encuentra localizado en las afueras, a pocos kilómetros del centro, en el distrito de Rimkok, concretamente, en Rong Suea Ten. La visita es gratuita y la mejor hora para llevarla a cabo es por la mañana temprano. A esas horas, todavía no hay muchos visitantes y podréis contemplar a los monjes realizando sus oraciones, así como deambular tranquilamente, sin agobios, sin prisas, dejándoos llevar por la paz y tranquilidad que se respira en el templo y sus alrededores. Una experiencia única, sin duda.

La arquitectura del templo exhibe las características típicas de los templos Tailandeses, por lo que presenta cierto aspecto “barroco”, con gran abundancia de adornos y filigranas. A primera vista, lo que más va llamar nuestra atención es la omnipresencia del color azul índigo, que sirve de base para una gran profusión de dorados tanto en el exterior como el interior. El intenso color azul es lo que hace peculiar a este templo, diferenciándolo de cualquier otro templo budista de Tailandia. A pesar de que aún no se encuentren cien por cien concluidos, los alrededores del templo están muy cuidados y permiten comprobar la devoción y el respeto del pueblo tailandés por sus santuarios. Al ser un lugar de culto, tendremos que observar las normas de comportamiento habituales en este tipo de lugares, como cuidar nuestro atuendo, cubrir nuestros hombros y rodillas o descalzarnos en el momento de entrar. Para más información sobre este tema podéis consultar el artículo de este blog: “Visitar templos budistas en Tailandia”.

Una vez franqueado el umbral, el color azul, símbolo del Dharma y de la moral del Buda en el budismo Theravada (el habitual en Tailandia), inunda el interior del templo en combinación con una atmósfera de silencio y recogimiento. La magnificente escenografía del interior, siempre en azul índigo y dorado, logra crear un ambiente de calma y tranquilidad, ambas indispensables para que tenga lugar la experiencia interior y la meditación. Sólo así, a través de la introspección, podremos conducir nuestra mente hacia la iluminación, tal como proponen las enseñanzas del Buda original que conforman los principios del Budismo.

El templo azul visto desde la perspectiva del budismo

Ya inmersos en el interior, la imagen de un gran buda blanco en posición sedente se convierte en el principal protagonista del salón principal del templo. La imagen, que tiene una altura de mas o menos seis metros y medio, capta inmediatamente nuestra atención porque resplandece sobre el fondo azul y parece emanar cualidades casi divinas. Este tipo de imágenes de Buda que nos vamos a encontrar en nuestro viaje a Tailandia confirman el impacto del budismo Mahayana a partir del siglo IX. Introducido en el país a través de la influencia del arte Jemer de la vecina Camboya, el arte Mahayana está influenciado por la conquista griega de la India (lo que se ha denominado Greco-Budismo ), de ahí que estas imágenes nos recuerden el concepto de hombre-Dios tan común en Occidente. Sin embargo, aunque sintamos la tentación de así hacerlo por la influencia de nuestra cultura occidental, no deberíamos nunca confundir al Buda con un Dios. Siempre hemos de tener en cuenta que el Buda original fue un asceta que alcanzó la iluminación y que sus enseñanzas pretenden ser un vehículo para que cualquiera de nosotros lleguemos a ese grado de perfección humana. En este sentido, a pesar de que el Templo Azul no sea un templo de grandes dimensiones, comparable a muchos otros que encontraremos a lo largo y ancho de Tailandia, la combinación de elementos que se dan cita en él nos permitirán intuir la profundidad de la experiencia budista desde una perspectiva, por decirlo de algún modo, mas íntima. Por consiguiente, no nos sentiremos decepcionados en absoluto y podremos llevarnos de vuelta con nosotros un pedacito de ese especial sentir religioso tailandés que nos hará sentir como auténticos viajeros al compartir, vivir y sentir lo intrínseco a otras culturas.

Precisamente, en esto radica la principal diferencia del Templo Azul con el Templo Blanco y La Casa Negra. El Templo Azul es un lugar de culto en la línea de las iglesias o catedrales occidentales, mientras que los otros miembros de este peculiar “triángulo del color” de Chiang Rai son creaciones que rozan lo artístico y, si bien hacen referencia a la búsqueda espiritual y a lo místico, no tienen carácter sacro y poseen titularidad privada. Sin ir mas lejos, el conjunto de construcciones que constituyen la Casa Negra están consideradas como museo.

De hecho, el Templo Azul supone la reconstrucción de un antiguo templo que había dado en ruina y llevaba mas de cien años abandonado. El inicio de las obras tuvo lugar en 2005 y la conclusión de las obras data de 2016, lo que explica que no se encuentre aún masificado. El arquitecto Phuta Kabkaew ha sido el artífice de este milagro. Su participación en las obras del Templo Blanco, a las órdenes de Chalermchai Kositpipat, explica la similitud de las pinturas interiores del Templo Azul, que recuerdan el estilo pop de su homólogo blanco. Así mismo, Phuta Kabkaew también ha reconocido que su otra fuente de inspiración fue la obra del arquitecto Thawan Duchanee, el creador de la Casa Negra o Baan Dam Museum. Por todo ello, podemos afirmar que el Templo Azul es un claro ejemplo de cómo el budismo, procedente de la India, ha ido evolucionando y adaptándose a diferentes culturas y períodos a lo largo de su difusión y evolución. Sin lugar a dudas, el Templo Azul es una muestra del sincretismo que tiene lugar en Tailandia entre el budismo original Theravada, el budismo Mahayana y el gusto por la decoración dorada del período Ayuttaya (XIV-XVIII), todo ello especiado con un cierto toque pop, al más puro estilo del siglo XX. Un ejemplo de cómo diferentes estilos artísticos, tradiciones culturales y filosofías de vida se combinan para lograr un objetivo común.

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